miércoles, 20 de mayo de 2009

CRONICA DE UNA COMPRA DESEADA (CASO ESTRICTAMENTE REAL)

Me desperté sobresaltado aquel día, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, y aunque no le di ninguna importancia, seguramente era una señal de lo que iba a ser ese lunes.
Era una mañana gris, lloviznaba y no parecía que fuera a parar. Pude ver en los empañados cristales la humedad del ambiente, que invitaba a coger el coche y dejar la moto aparcada un día más.
Tenía unos minutos antes de salir y no pude evitar la tentación de darle un vistazo rápido a la página de la Maneta. En cuanto me conecté, allí estaba, la primera de la lista: “Vendo Ducati Road, funcionando correctamente, con papeles y otra moto casi completa de recambio…”, el precio era razonable, en la foto se la veía bien y ¡además era de Pontevedra ¡Llevaba algún tiempo buscando esa moto, la ocasión parecía perfecta… Anoté el teléfono y me fui.
A lo largo de la mañana pude contactar con el anunciante, y convenimos en quedar a las 8 de la tarde, la casualidad había hecho que la moto estuviese solo a 10 km de mi domicilio. Parecía que la suerte me sonreía.
Me gusta ser puntual, y ese día lo fui .Habíamos quedado en un pequeño almacén enfrente del puerto. Con la descripción que me dió el vendedor, me fue fácil encontrar el local. Como llegué unos minutos antes, estuve observando el entorno, e imaginando como estaría la Ducati, si la foto seria un fiel reflejo de su estado, o me llevaría un chasco nada más verla.
Seguía lloviendo y los adoquines mojados del pavimento del puerto reflejaban la última claridad del día, se encendió la luz de los faroles, y en ese momento, alguien abrió la puerta del almacén.
Me bajédel coche, y saludé a Antonio, era un hombre de mediana estatura bastante corpulento, rondando los sesenta años. Resultó ser una persona afable, y con ganas de contarme mil historias sobre la moto, todas las reformas que le había hecho, las anécdotas que le unían a ella, y porque la vendía. Hablamos un buen rato, e inspeccionamos la moto y el recambio que adjuntaba. En realidad parecía una buena oferta, a la moto le sobraban unos intermitentes , que no pegaban de ninguna forma, y unos cuantos detalles “artesanales” que eran del gusto de Antonio(seguramente solo del suyo), pero en general estaba completa y en un estado aceptable, además el recambio me interesaba.
Llegó el momento de ponerla en marcha, y Antonio procedió de acuerdo a un ritual aprendido, mientras me iba recitando de viva voz, los puntos del procedimiento, igual que un maestro enseña al alumno: “le abres la gasolina, pulsas el cebador del carburador y esperas a que rebose, entonces dar un par de patadas despacio, buscando el punto y Zass!!!
Vi a Antonio salir despedido ligeramente hacia adelante, la patada no había sido buena y la Ducati, desperezándose, se la había devuelto. Empezó entonces una lección de juramentos en arameo, que no tuvo desperdicio, aprendí palabras que ni sabía que existían. Y vino la segunda y la tercera patada, en una serie que iba creciendo en intensidad y rabia, hasta que de repente la Ducati dijo si.
Pasamos entonces a escuchar el motor, y vinieron las explicaciones de porqué no había arrancado a la primera. El motor ya estaba caliente, en ese momento Antonio se volvió hacia mí y me dijo la frase que no olvidaría en muchos días… “bueno, supoño que queres probala?” Yo en realidad ni me lo había planteado, no llevaba casco, y seguía lloviznando, pero por no parecer descortés, le dije que si, y abrimos totalmente el portal para poder salir.
Entre el puerto y el almacén había una pequeña explanada de unos 50 mts, y pensé que me serviría para ver el funcionamiento de cambio y embrague, que era lo que quería comprobar. Una vez que estuvo fuera la moto, me subí, pensando en no confundirme con las marchas, ya que todos sabemos que en las Ducati el pedal está a la derecha y con la primera hacia arriba, que no es lo habitual. Solté el embrague despacio, y aquello empezó a moverse. Engrané la segunda y después tercera, a punta de gas, hice un par de aceleraciones y reducciones, y viendo que empezaba a mojarme, volví hacia donde estaba Antonio. Habían pasado como mucho tres minutos.
Cuando me estaba deteniendo a su lado, le mire a la cara y me dió la impresión de que estaba enfadado. Y realmente era así. Prácticamente me bajo de la moto, se subió él, y me dijo con una voz que no daba opción a la desobediencia: “sube carallo!! Que non tés nin idea de andar en moto, hai que darle mais forza!!!”.
Nunca me gustó ir de paquete, lo paso realmente mal, pero como os digo, la voz de Antonio era una orden, que en un acto reflejo obedecí. Apenas estaba sentándome cuando me tuve que agarrar con fuerza, porque salimos con toda la aceleración que permitía el estado de la Ducati.
La explanada se termino enseguida, y me ví enfilando el espigón del puerto, agarrado a una cintura que no era precisamente de avispa (aunque os juro que ni a la cintura de la Pataki me habría agarrado más fuerte). La lluvia arreciaba, y los adoquines no estaban simplemente húmedos, sino que los enormes charcos mostraban los baches del espigón. La velocidad era ya demasiada para mí en esas circunstancias, nunca pensé que una dos y medio tan cargada pudiese andar tanto, yo intentaba decirle a Antonio a gritos, que la moto andaba muy bien, para que de esta forma redujese la velocidad, pero esto no hizo más que espolear su orgullo de dueño, y aceleró al máximo.
La velocidad aumentaba, el espigón se acababa, no se veía apenas a través de la cortina de lluvia, y casi cerré los ojos, pensando en lo triste de acabar mi vida en un día tan gris. De repente alcancé a ver unos metros por delante un montón de redes, pensé que si me tiraba en marcha, el golpe seria menor que contra el muro del final del espigón. Pero no tuve valor, seguí agarrado, con los dedos morados por la presión, aguardando un final al que ya me había resignado. De repente Antonio comenzó a reducir marchas, de una forma no muy ortodoxa pero si efectiva en cuanto a la frenada, y con el motor a punto de reventar, clavado en los frenos consiguió detenernos a dos escasos metros del muro.
Le oí exclamar “ Anda ou non anda?”. Mi cuerpo se relajó, tanto que casi me mojo los pantalones, y cuando estaba en una especie de limbo, sentí de nuevo una aceleración que me hizo volver a adherirme a Antonio. ¡Faltaba la vuelta!
Y fue más de lo mismo, solo que esta vez ya no tenía fe en un segundo milagro, ya veía acercarse el almacén, y pensé, ¡por lo menos queda poco! Pero cuando estábamos entrando en la explanada, me sorprendió un giro brusco hacia la derecha, hacia el paseo marítimo.
En ese paseo hay en el suelo, lo que se suele denominar muertos(nunca mejor dicho), que son badenes para evitar que los vehículos vayan rápido. Pero ese no debía de ser el concepto que tenia Antonio, por el contrario al aumentar la velocidad, los utilizamos a modo de lanzadera, , para conseguir llegar a estar en el aire los tres: la Ducati, Antonio agarrado a ella solo por el manillar, y yo agarrado a Antonio solo por la cintura y con los pies fuera de los estribos, a modo de salto de cross indoor. La visión debía de ser aterradora.
Yo era ya un muñeco de trapo abandonado por el destino, y entré en una especie de trance, del que solo me despertaron los gritos de Antonio, ya parados delante del almacén: “Coño, soltame xa, que quero baixar!!” Pero mis manos no respondían, estaban agarrotadas alrededor de su cintura. Al cabo de unos segundos reaccione y pude recomponer un poco mi estampa, me bajé como si no hubiese pasado nada, con un semblante de indiferencia.
Antonio me miraba en principio con no muy buena cara (creo que dudaba de mi orientación sexual,por la forma en que yo lo había abrazado en la moto), pero después de un corto espacio de tiempo, al decirle que me había impresionado la moto y su conducción, se relajó y comenzó de nuevo a narrarme aventuras de sus años mozos. Llegamos a un acuerdo económico, y en unos días la moto ya estaba a mi nombre.
Ahora está en mi garaje y le llamo “Gladiadora”, al verla pienso en la frase: “Los que van a morir te saludan”.
No es la moto más cara de las que tengo, pero si es la que más pudo haberme costado.

4 comentarios:

Fernando dijo...

Me he reido mucho!!! A este paso vas a tener que escribir un libro de anécdotas.

Anónimo dijo...

la verdad es que parece mentira lo que hay que hacer para comprar una moto.
muy bueno,
saludos, para todo el club
antonio lopez

Vespadicto dijo...

que bueno! a mi me ha gustado un montón, me lo estaba imaginando como una peli de tarantino:

-Saca tus putas manos de mi cintura! pareces una putilla adolescente agarrada a su maromo... jodido país, ya no quedan hombres para una gerra.

Anónimo dijo...

No me pude reir más, y eso que estoy en el despacho, que es de cristal y pueden verme.
Por dios que parecía una película, qué situación.
Deberías dejar los aviones y ponerte a escribir. Besos!
La mallorquina